lunes, 22 de febrero de 2010
Pasar
-Nosotros hacemos la vida en la cocina.
-Bueno, ni tan mal....
-Es el único lugar de toda la casa en el que nos encontramos.
-¿Es que os pasáis la vida comiendo de cuchara?
-Frío. Frío. Es por la explotación laboral.
Los dialogantes son dos hombres. El encuentro fortuito, en un autobús municipal, les hace soltar a pacer la víbora. Se quejan -¿quién no lo hace hoy?- de horarios eternos en el trabajo. Tan largos, largos, dicen que son, que a sus respectivas parejas sólo las ven de noche; justo en el cuarto en el que la olla expres echa vapor a lo alto para soltar presión. Ellos, aseguran también que llegan a su domicilio tan estresados por el curro, que no hay libido que valga. Y así en vez de mirar a la parienta, clavan los ojos en la vitrocerámica, para evitar enredarse en palabras que pueden acabar siendo agrias y encienden la mecha de la bronca.
Algunos de los viajeros que les oyen, se apuntan a la movidilla y entran al trapo de las frustaciones crónicas. Uno dice que le humilla estar en el paro, otro que su mujer es ciclotímica, cosa bien triste, por cierto- comenta, engolando la voz- pues cuando está de humor le plancha las camisas y cuando de malo, le manda a casa de la suegra a hacerle chapucillas varias; lo más terrorífico, según éste individuo, es que a veces le prepara para cenar una tortilla paisana en versión moderna, o sea, sin huevo. Y al sujeto -hay que tener perendengues-ella le reprocha que no le agradezca el plato. Hay quien animado por los pesares, pronostica, sin sonrojo, nuevos cataclismos, aunque no se sabe bien, porque no lo explica, si se refiere a la Bolsa, al ahorro, a las pensiones o la pérdida de puestos de trabajo. El pesimismo recorre el bus en versión on-line. Y no hay guapo que apechugue con la salmodia de los brotes verdes ni cante 'tiro la lira, tiro la lira' como Nerón hizo en su día.
-Bueno, ni tan mal....
-Es el único lugar de toda la casa en el que nos encontramos.
-¿Es que os pasáis la vida comiendo de cuchara?
-Frío. Frío. Es por la explotación laboral.
Los dialogantes son dos hombres. El encuentro fortuito, en un autobús municipal, les hace soltar a pacer la víbora. Se quejan -¿quién no lo hace hoy?- de horarios eternos en el trabajo. Tan largos, largos, dicen que son, que a sus respectivas parejas sólo las ven de noche; justo en el cuarto en el que la olla expres echa vapor a lo alto para soltar presión. Ellos, aseguran también que llegan a su domicilio tan estresados por el curro, que no hay libido que valga. Y así en vez de mirar a la parienta, clavan los ojos en la vitrocerámica, para evitar enredarse en palabras que pueden acabar siendo agrias y encienden la mecha de la bronca.
Algunos de los viajeros que les oyen, se apuntan a la movidilla y entran al trapo de las frustaciones crónicas. Uno dice que le humilla estar en el paro, otro que su mujer es ciclotímica, cosa bien triste, por cierto- comenta, engolando la voz- pues cuando está de humor le plancha las camisas y cuando de malo, le manda a casa de la suegra a hacerle chapucillas varias; lo más terrorífico, según éste individuo, es que a veces le prepara para cenar una tortilla paisana en versión moderna, o sea, sin huevo. Y al sujeto -hay que tener perendengues-ella le reprocha que no le agradezca el plato. Hay quien animado por los pesares, pronostica, sin sonrojo, nuevos cataclismos, aunque no se sabe bien, porque no lo explica, si se refiere a la Bolsa, al ahorro, a las pensiones o la pérdida de puestos de trabajo. El pesimismo recorre el bus en versión on-line. Y no hay guapo que apechugue con la salmodia de los brotes verdes ni cante 'tiro la lira, tiro la lira' como Nerón hizo en su día.
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