jueves, 4 de marzo de 2010

Maleta

"El invierno hace la maleta cual avezado viajero. En el fondo pone las nubes y luego,  pliega a los vientos, de uno en uno, para que ocupen menos espacio. Encima coloca unas cajas que cierra con cinta aislante. En ellas, las tormentas con sus relámpagos y rayos. Y rellena las esquinas con las bolsas de granizos y el estuche de celajes. Después, el huésped cierra, con parsimonia, la cremallera a punto de romper y saca un bolígrafo del calcetín para rellenar al Creador la ficha de reserva de plaza para la  temporada siguiente".

Una madre le va contando- exactamente eso- a su hijo, camino de la guardería y reclama su atención para advertirle: "Nico, mira como las margaritas sacan ufanas la cabeza entre las hierbas". El niño- pega la nariz a la ventanilla del autobús municipal- y grita: "Ahí, ahí". Al escuchador de confidencias ajenas le gustaría intervenir en el relato y decir al infante: "La luz despierta la garganta de los pájaros y pone aire de excursionistas a los tamarindos", pero su deseo primaveral lo corta el llanto de una moldava. La mujer le dice que se ha quedado sin trabajo. Y él, para distraerla le cuenta la escena de la que fue testigo en la plaza de su pueblo dos días antes.

"Llega una furgoneta. Puú, Puú, Púu. Es el hombre de la fruta y verdura (va todas las semanas). Saca unas estructuras metálicas y en ellas deposita cajas multicolores...Manolo y su señora son los primeros. Por algo llevan hora y media sentados en un banco de piedra, con el carrito. Y hay más de una docena de compradores, cuando aparece el alcalde, con la secretaria y se salta la cola. Es la Brígida, alias 'Briyi". Tiene prisa porque ha de ir a recoger al niño a la escuela. ¡Pues que se joda la Briyi, pero se respeta la fila!. ¡Aquí el que manda soy yo, que es la plaza del pueblo, y yo soy el alcalde!... y visto, no visto, se arma la de Dios. Vuelan lechugas, patatas, puerros y pimientos. La Briyi llora. Seis fresones le corren espachurrados por la cara. El alcalde, subido a unos melones, pide a gritos: "¡Calma"! ... llegan los civiles y un autobús de turistas. Los guiris, corren a un bar para ponerse a salvo de los tomatazos. Y uno de ellos al alcanzar la barra le dice al mozo: "Yo, por lo menos, me he metido tres en la gabardina". 


La moldava se levanta del asiento y sólo dice: "En mi país también se hacen conservas".

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