Al observador, la actividad que despliega el confeccionador de pajaritas le hace gracia, pero llegando a un punto, la reiteración le harta de lo lindo. En esa tesitura, suelta un poco de carrete a la vista y, al tiempo, gira la cabeza en plan luminaria de faro... y caza, caza a dos peregrinos, con sus mochilas y palos, que van sentados tres asientos detrás del suyo. "Aquí hay grano", entona para sí entusiasmado por el hallazgo. Así que, sin disimular su ansia de pescar conversa ajena, se cambia de puesto para caer a su lado. Éstos hablan del calor que han pillado en el camino de Tuy a Santiago y ríen a pulmón tendido recordando la historia de la tía Enriqueta que un tercer romero les contó, cuando a punto de una lipotimia, se tumbaron junto a unas viñas de albariño en el concejo de Padrón.
La tal Enriqueta era una madrileña de 85 años. Le habían reemplazado unas válvulas del corazón por otras de cerdo. La mujer estaba acostumbrada a ir por las tardes a casa de unas primas de tertulia. Pero , desde la intervención, acudía- cada vez más temprano-al piso de sus familiares. Un día, la prima que le abrió la puerta gritó: "Pero, Enriqueta, cómo vienes tan pronto. Son las tres de la tarde. Se te van a derretir las válvulas con el sol". El 'derretido de válvulas' fue mano de santo. Los postrados caminantes notaron que su tensión se ponía de pie con el ataque de hilaridad que les produjo el disparate y tal, como la vieja señora, prosiguieron su camino riendo sin parar y pensando que la prima de la tía Enriqueta si les viera, exclamaría: "Pero, cómo camináis a estas horas. Se os van a hacer manteca las válvulas propias".
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